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La Ofrenda...

Era una reunión familiar como cualquier otra. Las tías mayores vestidas con sus telas floripondias y comentando de cómo cambian los tiempos. Las primas casadas con sus hijos chillones, los esposos de las primas casadas sintiéndose la gran mierda; los primos casados con tipas vestidas de putas, los cigarros, los celulares. Todo encajaba... menos el féretro en el centro de la iglesia.

Nunca en su vida fue un santo, pero todos actuaban como si lo fuera. Casi podían ver el humo salirle al ataúd cuando el padrecito le lanzó el agua bendita para recibirlo en el seno de la santa iglesia porque si no, no entra. Ahí va la madre llorando por la muerte de su santo hijo  y la hermana de la madre que no era su hermana, sino su media hermana o la mera verdad ya nadie supo entre tanta capirotada. Pero igual llora, porque el muertito la visitaba con frecuencia. Ahora la casa se sentirá sola sin quien la visite. Y solas se sienten ambas por ello se toman del brazo. Si no ha sido por la hija y por la sobrina, que armaron todo en cuanto supieron de su muerte, quién sabe dónde hubieran quedado. Se tardaron los de la SEMEFO un buen en entregarles el cuerpo todo mallugado, pero al fin se los entregaron luego de borrar toda culpa de las autoridades que no saben hacer mas que discursos de que todo va bien y de la negligencia de un grupo de médicos y enfermeras que dicen que todo está bien.

El primo está sentado a media iglesia, pero nadie le hace caso. Todos están ocupados en ver quién viste qué y en quién se ve mas viejo que la chingada. El primo aquel se ve más gordo y eso que es médico, aiga uste si lo que receta es medecina de a deveras y mira su hermana, más flaca y se parece un chingo a Laura Bozzo y a su madre, y su maridito que es una lacra pero ai andan los dos y mira su hermana, que se cree la muy santa y si todos le conocemos sus puterías a la cabrona y mira cómo se ve acabado el papá y vino con la vieja esa, descarada sinverguenza, con sus dos mocosas que nadie quiere, mucho menos nosotros... y mira ya llegó el tío con sus guaruras, ¡ay dios! ojalá y no vengan por él los de la Linea o los de la Zeta o los que sea que le traigan coraje, porque ya sabes lo que se dice de él y mira que las dos tías aquí andan, a sus noventa y tantos y siguen igual de destrampadas de siempre. ¡Pobrecita la madre! Llora que llora, sin pescar consuelo por la partida de su hijo, que dicen que fue por un asalto pero dime tú si los carjacking no se hacen así, rápido y a punta de pistola, no a este lo bajaron y lo madrearon a media calle y nadie vio nada, no si nadie ve nada, todo el mundo en esta ciudad es ciego cuando le conviene y es santo cuando se muere... pero bueno, a la madre de qué le sirven las palabras del padre que dicen que si uno no da pa la iglesia en las canastitas esas el hijo no se va con Jesús...y es hora del entierro y vamos a enterrarlo para hacer luego fiesta. Hay que vernos en otras circunstancias... ¿y tu hermana, mi´ja? Bien, con sus niños en la casa -- mi madre se quedó a cuidarlos... ¡me la saludas! Dile que soy su prima, su primo, su tía, su tío, el esposo, la esposa, la cuñada, la nuera, la madrina... ¿van para el entierro? Sí, allá los vemos. Qué bueno, para ponernos de acuerdo y hacer una fiesta... ¿cómo que nada más nos vemos en estas circunstancias? Está bien, ya tienen el número... hablen a la otra, o de perdis hablen para saber que siguen vivos, verás que si.

Me volteo a verlo seriamente. ¿Vamos al entierro apá? Mi padre, con una risa irónica, se sube al carro y me dice que no... Luego, le sube al radio y una canción de Hendrix se escucha mientras enciende un cigarro y yo trato de salir sin hacer mucho relajo de la iglesia. Tu hermana fuma mucho, ¿verdad? me pregunta y luego se rie al comentar lo gordo y lo viejos que se ven sus parientes.

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