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Wonsuponatime Act 5

Un golpeteo en la puerta lo hizo despertar súbitamente. Le tomó algunos minutos en reparar de que no estaba soñando y de que esos golpes en su puerta de enfrente eran regulares a las dos de la madrugada en este vecindario. Al abrir, la pequeña de cabellos negros y su hermano aguardaban pacientemente del otro lado de la puerta. La chiquilla no era mayor de los 8 y el niño apenas tendría 4. Era imposible negar que fueran hermanos, pues su parecido era impresionante, con la clara del cabello rubio del adormilado niño que apenas sí estaba de pie, con la carita llena de lagrimitas recién secas. Ambos vestían sus pijamas y pantuflas, el oso fieramente tomado de la mano del chiquillo.

- Hola – dijo el joven de la casa - ¿No está tu papá? – la chiquilla negó con la cabeza. El muchacho abrió la puerta y ambos niños hicieron su camino hacia adentro. Cargó con el pequeño y tomó de la mano a la chiquilla, guiándose hacia la habitación del joven en donde momentos después dormían plácidamente los tres, abrazados el uno del otro, como una linda familia.

Algunas veces Alexhí se despertaba al tener una pesadilla. Y entonces Hannah iba a la cocina para preparar una leche caliente que era lo único que lo calmaba y lo hacía dormirse nuevamente. Pero cuando no había leche, Hannah tomaba la decisión ejecutiva de tomar a su hermano, al oso, y bajar las escaleras a uno de los cuartos del primer piso, en donde vivía un joven de buen corazón que se llamaba David y al cual tenían casi dos años de conocerlo (cuando ella y su padre se cambiaron de casa; Alexhí apenas era un bebé y su madre acababa de fallecer). Alexhí se dormía casi instantáneamente cuando el muchacho lo cargaba y así los tres podían dormir sanamente. Por la mañana, su padre llegaría del trabajo en el hospital y preguntaría si estaban sus adorados retoños. David entonces sería amable y le diría que fuese a dormir unas horas y que Hannah y Alexhí estarían bien con él. Hannah agradecía a su buena fortuna que David y Nora vivieran en el piso de abajo de la enorme casa que compartían… bueno, que David fuera tan buen vecino, porque Nora no vivía con él todavía, pero pasaba gran parte del tiempo con David, y francamente ella aprobaba de Nora porque hacía los panqueques más deliciosos, le gustaban las caricaturas y además hacía reír a Alexhí.

David era un músico: tocaba la guitarra con varios grupos de  nombres medio raros y en su mayor parte de rock. Nora por su parte trabajaba en el museo local restaurando pinturas. Tenía un pequeño estudio en uno de los cuartos de la casa y enseñaba pintura a Alexhí los fines de semana. Algunas veces Hannah se les unía, pero prefería escuchar a David o ayudarlo a hacer la comida. Cuando su padre estaba con ellos, iban al parque o al cine, se ponían a cuidar del pequeño jardín que tenían en el patio de la casa y les contaba cuentos hermosos antes de ir a dormir. Los amaba: iba por ella al colegio cargando siempre con Alexhí (y cuando no iba con él era porque lo dejaba encargado con Doña Silvina, que vivía en el cuarto de enfrente al de David) y nunca le faltaba lo que necesitaban, con la excepción de esas veces en que ya entrada la noche era imposible ir por leche a la tienda de la esquina. Entonces tenían a David, y cuando David trabajaba, procuraba que Hannah y su hermano estuvieran bien antes de irse, dejándole a Hannah leche en la nevera, y su teléfono celular, solo por si las moscas.

David era bien parecido, al menos para Hannah. Tenía el cabello negro y la piel clara, con unos hermosos ojos en tonos de azul que parecieran reflejar el mar que ella sólo conocía por postales o películas, pero que se imaginaba era enorme y hermoso. Era casi tan alto como su padre, un hombre de aspecto rudo y de ojos grises, iguales a los de ella, también de cabellos negros y de voz gruesa. Alexhí, pensaba Hannah, se parecía a su madre. Hannah sí la recordaba, con su voz melodiosa, su olor a jazmines y las caricias que sólo las mamás saben cómo hacer, pero luego se ponía a pensar de que Alexhí, aún con su parecido, jamás la recodaría como ella y eso le daba una profunda tristeza: porque Alexhí nunca sabría lo que era un sábado de invierno y que mamá hiciera un arroz con leche o una canelita caliente; Alexhí nunca sabría lo que es el verano y que mamá preparara las noches de campamento o los días de playa. Alexhí nunca sabría lo que era el besito de mamá para que no te doliera la raspada en la rodilla, el abrazo de mamá para que se fuera el monstruo debajo de la cama, el arrullo de mamá para que se te quitara la temperatura. Alexhí solo tendría el recuerdo de Nora, y tal vez eso no fuese suficiente, porque Nora no estaba ahí para tranquilizarlo cuando despertaba de esas pesadillas. Por eso, Hannah se prometió de cuidar de Alexhí, para que nunca extrañara a mamá, como ella la extrañaba la mayor parte del tiempo.

TBC


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