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Love Potion No 9 -- 3

Episodio 3: Love Potion No. 9


Mientras Irasumi psicoanalizaba a su padre y se preguntaba (así como que bien masoquista de su parte, ¿no?) cuál de los dos caminos era el que iría a ser ultimadamente su final, Adagio caminaba hacia la estancia acompañada de dos de sus damas y cargaba un cestillo de bordado. Luego de sus clases de piano (las cuales habían sido un completo desastre el día de hoy luego de que su falta de concentración había hecho hasta llorar a su tutora) y de caligrafía (todavía tenía tinta en los dedos luego de que accidentalmente tiró el tintero sobre la alfombra blanca de la sala de estudios y al instructor casi le da el infarto), usualmente pasaban la hora del té en la estancia de juegos y en silencio, Adagio escuchaba los eventos del día, la lectura de poesía de antaño o las reflexiones que guiaban a la meditación (que aquí entre nos odiaba, pues derivaba a las preguntas de lo que una dama debe o no debe hacer de su vida y las opiniones de ella y su institutriz eran abismalmente diferentes – además de que a su institutriz le encantaba recordarle lo de su ya inminente compromiso del cual sólo sabía que no quería saber nada) y al ver el librito medio traqueteado en el brazo de la institutriz, suspiró y dejó caer sus hombros a manera de resignación pues era meditación segura. Su mirada de pronto se desvió al corredor. Tenía alfombrado rojo, pinturas (de paisajes que siempre imaginó serían el escenario de aventuras espectaculares y personas que vivieron en tiempos de antaño), y armaduras de caballeros en perfectas condiciones. Una de las puertas laterales daba directamente al estudio de su padre, el Rey Opera y justamente al ir pasando por ahí, la puerta se abrió y de ella salieron Acústico y dos de sus consejeros seguidos de Opera y sus ministros. Era de toda cortesía bajar la mirada y hacer reverencia a la presencia del Príncipe y su Corte, y la presencia del Rey. Acústico se hacía cargo de algunas de las Villas del otro lado de las montañas, mismas que abastecían a la ciudad de madera, ganado y metales para forja. Al verla ahí, Acústico se sonrió y avanzó directamente para abrazarla.

- ¡Abeja! – exclamó dándole varias vueltas mientras Adagio reía por el despliegue de amor por parte de Acústico - ¡Tiempo sin verte! Esperaba hacerlo antes de irme.
- ¿Qué? – dijo Adagio en tono decepcionado - ¿Tan pronto?

De niña, las llegadas de Acústico siempre significaban dulces y un paseo en calesita por el parque que rodeaba al palacio. Ya mayor, Acústico tomaba el té y jugaba croquet o bolos con ella en el jardín trasero del palacio. Algunas veces gustaba de practicar con ella el violín y el piano y entonces formaban un dueto sensacional pues les gustaba improvisar y pareciera que ambos leyeran la mente del otro: sabían entrar y salir en su música en perfecta sincronía.

- Lo siento – se disculpó Acústico tomando a su hermana de las manos – Prometo que a la próxima soy todo tuyo. Te ves muy bien.
- Me acordaré de esa promesa y mira que tengo testigos. Cuídate, hermano. Salúdame a Vodka si lo ves.
- Lo haré. Le diré que venga a verte.
- Mejor no. – dijo Opera colocando sus manos sobre los hombros de Adagio – No quiero que le pegue la sarna que aquel trae en el alma.
- ¡Papá! – chilló Adagio. También le agradaban las visitar de Vodka, aunque de un tiempo a la fecha no había hecho acto de presencia alguna, lo cual le preocupaba.
- Me retiro – dijo Acústico. Besó a Adagio en la frente, saludó cortésmente a la Corte de su hermana y se fue seguido de sus consejeros. Adagio siguió sus pasos hasta que lo perdió de vista.
- ¿Vas a la estancia? – preguntó Opera. Adagio asintió - ¿Puedo acompañara tan lindo grupo de damas?
- Su Majestad nos honra – dijo la institutriz haciendo reverencia. Opera ofreció su brazo a su hija y ésta lo aceptó, no sin antes echarle un ojo al estudio de su padre y ver todos esos (maravillosos) libros y preguntarse si en alguno de ellos podría estar algo acerca del tal Ypsilon Raga.

Irasumi entró a la habitación de Adagio acompañada de una sirvienta del palacio. Casi que cuando abrió la otra la puerta, jaló a Irasumi hacia adentro y le cerró la puerta en las narices a la otra pobre que ofreció sus servicios de guía.

- ¿Qué te pasa? – dijo Irasumi extrañada y alarmada al mismo tiempo al ver el estado de nerviosismo de su amiga, quien caminaba de un lado a otro de su habitación con toda la pinta de estar a punto de sufrir un colapso nervioso – Primero que nada… cálmate… - dijo y Adagio se detuvo frente a ella, casi hiperventilando – ahora, dime qué es lo que te pasa.
- Soy una ladrona – dijo Adagio sacudiendo sus manos – Soy una ladrona y me voy a ir derechito al infierno.
- Nadie se---¡Deja de moverte! – chilló Irasumi tomando a Adagio de los brazos y haciendo que la viera a la cara – Escúchame bien: mi tío Heavy ya se echó a la ciudad dos veces, lo cual lo califica como que va a probablemente ser el portero del infierno en un futuro próximo; tú no te vas a ir al infierno por... ¿Por qué te vas a ir al infierno?
- Porque soy una ladrona... Me robé un libro...
- No te vas a ir al infierno por robar un libro.
- Lo robé del estudio de mi padre...
- ¡ARDERAS! ¡EN LOS JUGOS DE TU PUDREDUMBRE, ¿ME OYES?!
- ¡LO SE! – gritó la otra desesperada - ¡SOY UNA PECADORA!
- A ver el libro…

Adagio sacó el libro polvoriento de debajo de su cama y mientras Irasumi lo hojeaba, comenzó a explicar la historia casi sin hacer pausas entre las palabras:

- Meescabullialestudiosopretextodeiralbañoyentréylehizecomoenlabiblioteca – aplaudió muy quedito viendo para todos lados de manera sospechosa – “YpsilonRaga”dije¡yellibromedioderechitoenlacabeza! ¡Irasumi! – chilló para atraer la atención de la otra - ¡Me dio en la cabeza! ¡Me dolió! ¡Tengo el chichón para demostrarlo!
- Pero eso no importa porque te vas a ir al infierno de todas maneras – dijo Irasumi y al ver la cara de compungida de su amiga, rió – Mira, si tú te vas al infierno, yo estaré en la caldera de enseguida.
- ¿Lo dices en serio?
- ¡Claro que sí!
- ¡Gracias amiga!
- Ahora, el libro – dijo volviendo al libro frente a ellas. Se acomodaron sobre la cama para poder chismear más a gusto. El libro era grande, con remaches metálicos en las orillas y grabados exóticos en el lomo y la portada. Estaba forrado en piel y tenía un separador de listón morado, grueso a medio libro. Al abrirlo, el aroma a pino les hizo ver que las hojas eran de papel madera, escrito con fuego y en trazos de caligrafía hermosa (Adagio sintió envidia). Las imágenes y símbolos estaban muy bien hechos y cada vez que le daban vuelta a las hojas, escuchaban un rechinidito muy peculiar.
- ¿Le entiendes? – preguntó Adagio.
- Es kirsh, uno de los idiomas que se hablan en Khoriean, según mi hermano, Devon; él me enseñó algo un par de años atrás y de vez en cuando le gusta torturarme con lecturas para que no se me olvide. Nunca pensé que me iba a servir de algo. A ver… (regresaron a la primera página) dice: Diosa de la belleza, del poder, del amor y del alma. Lléname con tu luz, tu poder, tu sabiduría y tu espíritu. Déjame brillar tanto como tu estrella en la mañana y dame el poder de amar...Osea, ¡este libro fue escrito por Ypsilon Raga en persona!
- ¡Orale! A ver, búscale a ver si hay algo que nos ayude...
- A ver... a ver... – Irasumi leía el índice con voz bajita – a ver... Amor nuevo y diferente... Reiniciar el amor pasado...no...no... ¿”Licor para atraer al amor”?
- Lo queremos bueno y sano – señaló Adagio.
- ¿”Chocolates de Pasión”?
- No le gusta el chocolate.
- “Pociones de Amor”
- ¡Eso! Eso nos puede server más.
- A ver... página 67... a ver... a ver... ¡Aquí está! “Pociones de Amor: Efectivas para cualquier propósito amoroso. Utilizar con precaución. Poción No. 1: Polvo de Hada para Arder de Amor...”
- No, busca algo así que como... ¡Digno de Arhes!

Buscaron cada una de las pociones hasta que llegaron a una que estaba escrita en hojas que despedían un fuerte aroma a rosas y jazmines. El encabezado, escrito en una caligrafía más estilizada, leía:

Poción de Amor No. 9
Esta poción es un hechizo de atadura clásica que no considera la voluntad de nuestro objetivo. Por lo tanto, algunos lo consideran altamente antitético. Sin embargo, a raves de las edades, es exactamente esto – el poder de cambiar la mente y el corazón de alguien más por medio de magia.
Material:
3 Granos de San Jose
3 Callos de Hombre Pobre
5 Corazones de Anguila
10 Hocicos de marrano
3 gotas de tu sangre y cabello del objetivo deseado.
Procedimiento: Colocar todo el material en una copa de cristal mientras se recita el hechizo y dejar serenar a la luz de luna menguante. Si se hace correctamente, el resultado es una poción en forma de hojuelas que se puede agregar a cualquier postre.
Se vieron con asco.


- ¿Granos de San Jose? – preguntó Adagio - ¡¿Quién es ese tal San Jose y de donde le vamos a sacar sus granos?! ¿Y el callo? ¡GUACALA, ISARUMI!
- Espera... – dijo Irasumi haciendo memoria - ¡Lo tengo! ¡Es un código!
- ¿Un código?
- Sí. Mi apá tiene así sus libros, medio asquerosos... pero me dijo que su amá también así los escribía y que el nombre así medio guacara son hierbas... Podemos copiar la receta, y luego vamos a la casa para ver el diccionario que Devon tiene en su cuarto y ver qué hierbillas son.
- ¡Divino! – aplaudió Adagio saltando de la cama y dirigiéndose al escritorio - ¡Díctame! – se volvió a su amiga y casi de inmediato adivinó lo que pensaba – Perdóname, eres mi amiga, te quiero mucho y toda la cosa, pero... he visto las patas de araña que tú llamas “letra”...

Luego de una operación solo comparable con “Misión Imposible” (el regresar el libro al estudio de Opera sin que éste se diera cuenta), las dos chicas se dirigieron hacia la casa de Irasumi para poder entrar a la habitación de Devon y poder llegar al libro que Irasumi aseguraba les iba a dar las respuestas para poder llevar a cabo su plan.

Irasumi golpeó la puerta antes de entrar. Seguida de Adagio, entró a la casa y ambas se fueron de puntitas a la habitación de Devon.

- Devon, ¿estás decente? – llamó Irasumi antes de entrar. En una ocasión había entrado sin avisar y había encontrado a su hermano acabadito de salir de la ducha, en vil virote. Aquello fue una serie de gritos, risas, corajes, caídas, en fin.
La habitación de Devon era un santuario al orden, la limpieza (extrema, casi obsesiva...) y al equilibrio en formas colores y figuras. Al entrar y ver la expresión de Adagio, Irasumi suspiró. “Sí, mi hermano es asquerosamente especial,” dijo antes de dirigirse derechito a los libros. Devon tenía un enorme librero con libreros catalogados por autor de la A a la Z; su escritorio tenía documentos y partituras en perfecto orden.
- Deberías de ver el cuarto de Leyb: – dijo Irasumi buscando el diccionario – a veces se oyen los ruidos de los bichos que viven entre la ropa que está regada por todos lados.
- Spiu...

Luego de buscar (y encontrar) el diccionario, los significados fueron relativamente pan comido. Rápidamente salieron de ahí y al bajar las escaleras, se toparon con que Aik iba entrando seguido por Leyb y Devon, cargados de bolsas con las provisiones de la semana (al parecer de Adagio, más bien parecían provisiones del mes – pero bueno, tres hombres, viviendo bajo un mismo techo... y con el tío Heavy que pareciera que últimamente ahí vivía...)

- ¡Hola! – exclamó Irasumi
- Hola... ¿Alteza? – dijo Aik extrañado - ¿Qué os trae por aquí?
- Irasumi, mi gran amiga, – dijo Adagio abrazando a Irasumi – me quiso enseñar su casa.
- De hecho, si no te molesta la invité a cenar – dijo Irasumi.
- ¿Molestarme? Claro que no. – dijo Aik mientras los dos hermanos se miraban mutuamente como si estuvieran intercambiando ideas mentales – Esta es vuestra humilde casa. – hizo una reverencia – Pero... ¿la reina sabe que estáis aquí?
- Le diré a los del Servicio. – dijo Adagio avanzando a la puerta. Se volvió a ver la cara de duda de todos los ahí presentes – ¿El Servicio secreto que se encarga de mi seguridad? ¡Son tan lindos! Ellos se hacen como que yo no sé que me siguen para todos lados y yo me hago como que no sé que ellos saben que yo sé que ellos me siguen. – salió por breves momentos y regresó – Todo listo.
- Perfecto – dijo Aik mientras Devon y Leyb pasaron por un lado de Irasumi y esta sintió las miraditas de ambos.

Al entrar a su habitación, Devon inmediatamente notó el libro afuera. Asechándolo como si fuera algo peligroso, se acercó paso a paso hasta que pudo pegar (sí, pegar) su nariz a la escena del crimen.

- ¡Irasumi! – exclamó para sí. Iba a gritar, pero luego se arrepintió. Prefirió guardar el libro y ver de cuándo acá su hermana tenía tanto interés por la herbología. Además, lo consultaría con el maestro de las fechorías.
- Habrá que vigilarla – dijo Leyb enroscando su bigote imaginario – Esto puede llegar a ser interesante... ¡Muajajajaja-já!

Aik era buen cocinero. La cena, aparte de deliciosa, resultó ser amena en la plática de sobremesa pues la familia Rock tenía muchas cosas qué platicarse casi de a diario. Adagio, que usualmente comía acompañada de su madre y sus consejeros o su corte y prácticamente se la mantenía calladita (porque calladita se veía más bonita, le había dicho miles de veces su institutriz) y atenta a lo que los demás decían (porque era de modales propios a una señorita y no de una vieja verdulera), encontró que la mala fama que la familia se cargaba realmente no era fama, pues luego de escuchar las aventuras del tío Heavy, las travesuras de Leyb durante el día, y el pleito que se armó por el último muslo de pollo entre Devon e Irasumi (que terminó con una mordida por parte de una, un grito de “inche vieja salvaje” por parte del otro, un “¡dios santo qué vergüenza!” por parte de Aik, y Heavy a carcajada limpia con la pieza del pollo entre las manos), llegó a la conclusión de que aquello no era más que un gran amor por la diversión y la vida.

El pensar esto la hizo bastante feliz de tener tan buena vibra a su alrededor.
Por la tarde, ambas amigas estaban en el parque, leyendo las traducciones hechas gracias al diccionario.

Albaca (Grano de San Jose)
Sandalo (Callo de Hombre Pobre)
Romero (Corazon de Anguila)
Semilla de Girasol (Hocico de marrano)


- Bien – dijo Irasumi – Necesitamos una buena dosis de todo esto.
- ¿Alguna idea? – dijo Adagio.
- Podríamos comprarlo – dijo Irasumi buscándose por todos lados.
- ¡O robarlo! – exclamó Adagio frotándose las manos de manera maliciosa.
- Oye... ya como que te gustó vivir en el peligro, ¿no?
- Pos si ya nos vamos ir al infierno por robar el libro de mi padre.
- ¡Pero lo regresamos! – se defendió Irasumi - ¡Eso debe contar de algo!

En eso, Rag pasó de largo frente a ambas, cargando con paquete que podríamos asumir que se trataba de hojas para sus partituras. Las chicas se vieron mutuamente.

- ¡Rag! – llamó Irasumi, ambas saltando para salir tras él. Se colgaron de los brazos del pobre hombre que las miraba con cara de espanto luego de haber maniobrado su cargamento de manera que no se cayera - ¿Vas a tu casa? – el otro asintió frenéticamente - ¡Qué bien! ¿Podemos acompañarte?
- Prometemos que no te vamos a robar – dijo Adagio parpadeando sus ojitos con inocencia. Rag tragó saliva.

Llegaron a casa de Rag pocos minutos después. Lo convencieron de que las dejara entrar a su jardín. Adagio se quedó maravillada ante tanta flor y planta que aquel ángel tenía. Se acerco a una que despedía un olor suave y la olió para tratar de adivinar de qué se trataba.

- Es una hierba de olor – escuchó la voz de Rag detrás. No pudo evitar sobresaltarse.
- ¿Y es venenosa? – preguntó. Se comenzaba a sentir incómoda por la mirada penetrante de Rag.
- No – dijo Rag sin percatarse del nerviosismo de Adagio – Pero cura el insomnio.

Aprovechando que Rag (al parecer) estaba vigilando más a Adagio que a ella, Irasumi se escabulló entre todas las plantillas y de una en una, comenzó a conseguir todo lo que tenían en su lista. Cuando hubo terminado, se acercó a ambos nuevamente. Adagio tenía en su mano ya una macetita con una plantita que acababa de parir una florecita que le pareció encantadora y Rag no pudo evitar decirle que se la llevara a casa. Irasumi vio en los ojos de Rag una preocupación comparable con aquella de una madre que despide a sus hijos cuando se mudan de casa.

- Rag es especial con sus plantas; – dijo momentos después mientras caminaban hacia el castillo, Adagio con su plantita (encantada de la vida) – no te sorprenda que te pregunte por ella... por nombre.
- ¡Por eso me dijo que cuidara a Clotilde! – exclamó Adagio cayendo en cuenta de que Clotilde era la planta que cargaba - ¡Y yo pensando que hablaba de Clotilde, la cocinera viejita que hace el pan! ¿Conseguiste todo?
- Todas y cada una – dijo Irasumi con un guiño y palpando su mochilita. Adagio rio como quien comete una fechoría.
- A la otra asaltamos las arcadas. A este paso, estoy empezando a sospechar de que podemos cometer un asesinato y nadie nos dirá nada. ¡Esto es divertido! – dijo con toda la seriedad de un maestro iluminado. Irasumi tuvo la sospecha de que Adagio no bromeaba y algo muy en el fondo le dijo de pronto que tal vez hubiese creado un monstruo.

El plan no podría estar más perfecto. Irasumi se encargaría de hacer el brebaje mientras que Adagio se encargaría del medio de transporte. Ambas se verían en el parque justo cuando los preparativos para el famoso festival estuvieran en todo su apogeo. La fecha de inauguración del festival se acercaba, y ambas estaban dispuestas a conseguir ese beso para la fecha prevista: el baile.

El baile de la Reina del Invierno era así como que el evento social en donde las jóvenes debutantes de la temporada se vestían con hermosos vestidos, lucían peinados complejos y bailaban divinamente sobre una pista de hielo que se preparaba justo en los jardines del palacio. Durante semanas se preparaban para el baile bajo la coordinación del Maestro de Ceremonias, quien ya para estas fechas parecía más como un individuo escapado del manicomio pues el temperamento de las susodichas era para volver loco al más cuerdo. Adagio agradecía a su buena estrella que su debut no era en esta temporada y más aún que era una gran probabilidad que Irasumi también debutara en la misma fecha.

- ¿No te gustaría? – le preguntó. Ambas estaban sentadas en una de las mesas del parque, preparando las chispitas de colores que irían sobre los pastelitos de vainilla que Adagio había pedido a doña Clotilde (la original viejita que trabajaba en la cocina) para la ocasión (hasta crees que ella cocinaría algo)
- La verdad no, - dijo Irasumi ocupada con echarle justo la cantidad de chispitas a los pastelitos. El brebaje se había quedado a enfriar durante la noche y en el día apareció como pequeñas hojuelas de colores que Irasumi había molido para que parecieran los dulces que van sobre los pasteles – eso de vestirse como pastel y luego andarse cuidando el peinado... ¡argh, qué hueva! Ándale, esto ya está listo. ¿Estamos listas para lo que viene?
- ¡Ah! – exclamó Adagio tomando una gran bocanada de aire y con una sonrisa que iba de oreja a oreja - ¡Lista!

Ambas caminaron muy del brazo una de la otra hacia el lugar donde Arhes y su comitiva estaba afinando ya los últimos detalles de su changarro. Cargaban entre ambas su canastilla con pastelitos y los nervios de punta. Al verlas, Arhes hizo una leve y respetuosa reverencia.

- Princesa... y amiga de la Princesa. ¿Listas para el festival?
- Sí – dijeron ambas al mismo tiempo. Luego, Irasumi habló – Hicimos pastelillos para nuestra clase de postres... y pensamos que tal vez te gustaría uno. ¿Quieres? – le ofrecieron la canasta. Arhes sonrió (había perdido la cuenta de las veces en que esta escena había ocurrido).
- Bueno – dijo tomando la canasta – es halagador, de verdad.
- No engordan – dijo Adagio.
- Estoy seguro de que no...
- ¡Ea, Arhes! – escucharon una voz que saludaba efusivamente. Ambas chicas se volvieron en estado de pánico. Réquiem, hermano menor de Arhes, se acercaba y en afán de molestar al prójimo, se le colgaba a Arhes del cuello y pescaba un panecillo de los de la canasta - ¡Qué rico! Dame uno.
- ¡Oye! – exclamó Arhes y las chicas lo vieron todo en cámara lenta...

Réquiem se comía el pastelillo a la vez que se alejaba, riéndose de la cara de fastidio de su hermano. Arhes, a su vez, distraído por las acciones de su hermano, tomaba uno de los pastelillos y se lo llevaba a la boca, dando un gran y enorme bocado.

- Esto está rico – dijo Arhes viendo el pastel. Luego, como que se dio cuenta de que algo andaba mal. Miró a las chicas con una cara de sorpresa y así casi de pronto, azotó cual largo era, completamente inconsciente. Las dos muchachas no sabían si gritar, si ayudarlo, o si salir corriendo.

Optaron por la tercera opción.

- ¡Ya lo matamos! – exclamó Adagio. Se detuvieron detrás de unas casas a varias cuadras del lugar de los hechos, agitadas y con el corazón latiendo a mil por hora - ¡YA LO MATAMOS, IRASUMI! ¡MATAMOS A ARHES!
- ¡Y a Réquiem! – exclamó Irasumi angustiada - ¡Ya matamos a los dos!
- ¿Qué le pusiste al hechizo? – dijo Adagio, obviamente asustada.
- ¡Nada más de lo que decía ahí! No le agregué ni le quité nada, lo hice exactamente como decía – sacó el papelito de entre sus cosas – Mira... dice que agregue todo y que lo deje serenar a la luz de la luna... no le puse nada ni hice nada... Adagio, tenemos que ir a ver lo que pasa...
- No, yo no quiero.
- Tenemos que ir. Tenemos que enfrentar a la justicia y arrojarnos a la misericordia de tu padre (que es el Juez de la Corte) que en mi caso nomás por el puritito nombre ya me tiene preparada mi celda con todo y registro de visitas.
- ¿Crees que me deje adornar mi celda?
- ¿Por qué?
- Porque estoy segura de que ahí voy a pasar el resto de mi vida...
- Ay si, hasta crees que te van a meter al bote, si eres la niña de sus ojos.
- No conoces a mi padre, ¿verdad?

Como que no queriendo la cosa, ambas regresaron a donde una gran comitiva se movía de un lado a otro ante la noticia impresionante de que Arhes y Réquiem se habían desmayado casi uno enseguida del otro. A ambos ahora le estaban haciendo airecito con hojas y hablaban de lo pálido que estaban ambos (aunque en Réquiem era así como que algo medio normal). Poco a poco, ambos ángeles comenzaron a recobrar el conocimiento. Adagio e Irasumi estaban en medio de todo, sin saber a dónde ver o a dónde acudir pues se sentían claramente culpables de todo lo que estaba pasando. Por un lado, estaba el objeto de su delirio, quien ya empezaba a dar muestras de reacción y por el otro lado estaba el inocente peón que había estado en el lugar equivocado, a la hora equivocada, comiéndose el pastelito equivocado y quien ya estaba completamente consciente, alejando a toda la gente que prácticamente no lo dejaba respirar.

- ¿Ya ves? – dijo Irasumi a su amiga por lo bajo – No se murieron, nomás creo que quedaron tontitos...

Ambas se espantaron al ver a Réquiem ahí, frente a ambas, con la mano sobre el pecho y una cara de borreguita a medio morir.

- ¡Princesa Adagio... y amiga de la princesa!
- Irasumi – dijo Adagio casi sin querer decirlo.
- ¡Irasumi! – exclamó Réquiem en un suspiro. Se puso de rodilla en tierra y besó la mano de ambas (a estas alturas, las dos estaban coloradas, en shock y casi que sentían que les faltaba el aire) – Qué lindo nombre – dijo sin soltar la mano de Irasumi - ¿Es Arameo?
- ¡Eitale! – Arhes se acercó y empujó a Réquiem, haciendo que este cayera de puritito sentón a un lado – No tienes algo qué hacer, como por ejemplo, ir a ver si ya puso la marrana.
- No, el que tiene que ir es otro, anciano.
- ¡Anciano! – Arhes bufó ofendido - ¡Más respeto, jovencito! A ver si mejor te vas a limpiar tumbas, ¿eeh? Que ni Adagio ni Irasumi quieren oler la pestilencia de muerto que te cargas.
- Al menos lo mío es pestilencia conocida, no que lo tuyo que vaya a saber de quién es... – se volvió a las chicas – a mí nadie me conoce por pirujo.
- No, te conocen por necrofílico. – se volvió a las chicas – Deben disculparlo, no sabe comportarse frente a los vivos. Un obsequio, - dijo haciendo aparecer dos rosas en su mano y ofreciendo una a cada una – para las flores más hermosas de este lugar.

Cada una tomó la rosa que se les ofrecía y esta inmediatamente comenzó a abrirse. Adagio la vio y con un “¡BENDITO!” la soltó pues aquello se había tornado de un rojo carmín a un negro lujurioso y Ahres, con una sonrisa de mazorca, hacía insinuaciones con los ojos y las cejas.

- Ustedes dos, yo y lo oscurito, ¿eeeh? (chiflido corriente)
- ¡Oyeme! – Réquien lo jaló del brazo - ¡A ver si te comportas, que no estás hablando con las golfas con las que te juntas!
- ¡Más respeto, que soy mayor que tú! – dijo Arhes indignado
- Y a veces me pregunto si no fuiste un accidente.
- El accidente fue otro, fíjate. Conmigo todo fue amoooorrrr (se manoseó por todos lados).
- Pos mira tú qué curioso, ¿eeeh? (Réquiem se cruzó de brazos) Porque casualmente lo que tú llamas “amooorrr” (imitó a Arhes a manera de burla) todas las hermanas de mi amá lo llamaron “borrachera”.

Pero el resto del discurso ni una ni la otra lo escuchó. Como que no quiere la cosa, ambas se alejaron de ahí, Irasumi todavía con la flor. Llegaron silenciosamente a la casa de la familia Rock. Estuvieron de pie frente a las escaleras, en silencio por un largo rato.

- Funcionó – dijo Irasumi. Poco a poco ambas comenzaron a reírse histéricamente, saltando abrazadas una de la otra hasta que la realidad las hizo reaccionar.
- Estamos muertas – dijo Adagio – Cuando esto se sepa nos van a colgar, ¿sabías?
- ¡Nadie se va a enterar porque el efecto sólo dura 24 horas! Lo dice en la receta – dijo Irasumi sin parar de sonreír. Adagio iba a decir algo, pero en eso, florecitas comenzaron a lloverles y al voltear hacia arriba se quedaron perplejas al ver a Réquiem ahí, deshojando flores que probablemente las hubiera pescado del cementerio.
- Spiu – dijo Adagio con algunos pétalos en su mano – no quiero saber de dónde las sacó.
- ¿Qué demo---? – Aik salió de su casa y se quedó perplejo al ver la lluviecita de florecitas y a Réquiem ahí revoloteando - ¿Qué hace este?
- ¿Este? Bueno, eso es así como que una explicación muy larga y ¿no tienes que ir a la escuela?
- No, voy a sacar la basura... – dijo Aik mostrando el bote, el cual tomó Irasumi casi inmediatamente.
- La saco yo, la saco yo...
- ¡Buenas noches, suegro! – escuchó los gritos de Réquiem, quien aterrizó poco tiempo después - ¿Vas pa’l castillo?
- Nnnoo... – Aik hablaba girando su cabeza de manera que miraba a Réquiem de reojo como quien trata de descubrir algo que no está del todo bien - ¿De dónde sacaste esas flores? (¿Y --- me llamaste suegro?)
- Del cementerio – dijo el otro encogiéndose de brazos – nadie las estaba usando y no creo que a los muertos les importe, digo, ya están muertos.
- Yo ya me voy a mi casa – dijo Adagio.
- ¡Te acompaño! – exclamó Réquiem casi de inmediato.
- No, no es necesario – Adagio rió nerviosa al alejarse prácticamente corriendo.
- Pero lo es – Réquiem fue tras ella y sus gritos se perdieron al irse alejando - ¡Te puedes caer! ¡Te puedes caer y morir de manera estúpida, no es broma, he visto que pasa todo el tiempo! ¡Espera! ¡Mejor sí! ¡Si te caes y te mueres funciona mejor! ¡Podría verte todo el día todos los días sin que se viera tétrico de mi parte!

Irasumi se quedó de pie, pensando en muchas cosas a la vez, pero más en que si volteaba en esos momentos iba a enfrentarse a la “crazy pidgeon look” que su padre le estaba lanzando. Lentamente lo hizo. Sí, ahí estaba esa miradita.

- No sé ni qué pex – dijo – Creo que Réquiem anduvo olisqueando (otra vez) las plantitas medio raras que mi tío Heavy tiene en el patio de la casa, te he dicho que esas plantas sospechosas no causan más que problemas pero tú no me haces caso.
- Um-hum – dijo Aik cruzándose de brazos – No te creo.
- Pues ese no es mi problema – dijo Irasumi haciéndose la ofendida, bajando las escaleras para depositar la basura en el botecito que hacía el trabajo de desintegrar aquello y que estaba en la entrada al porchecito de la casa. Aik resolló. “Igualita a su tío Litch,” pensó y la vio acercarse y pasar de largo para entrar a la casa sin decir una sola palabra.


-- TBC

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