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El Escritor. Un Escritor.

El texto me lo encontré por casualidad al estar naufragando x el vasto mundo de la web... Me pareció interesante y cómodo de mi parte reproducirlo, dando todo el crédito a su autor, Arandano. Su blog, Cafe con Sal, se puede encontrar en http://arandano.lacoctelera.net/

El Escritor. Un Escritor.

No debe ser tan difícil, se dice, pero se le hace un mundo. Una barrera, un muro, una obstrucción, tan suya, tan propia, tan personal, que es tangible, real, sólida. De hormigón.

Primero, busca un motivo, no lo encuentra, después, un intento, fallido. Y si sale algo, es gris, oscuro, negro, espeso. No quiere, se dice. Las válvulas de escape son para los coches. Yo quiero arte.

Un folio en blanco, una mente en blanco. Y se enfada de esos momentos que deja escapar, de esas palabras que no encierra en garabatos. Por pereza, porque el momento no es el apropiado...excusas, excusas. No quiere un esfuerzo como terapia. Quiere fluidez, quiere resultados. Se empecina, pero pocas veces. Se abandona, mayormente. Pero siempre presiente el muro. Y la conciencia de que quiere destruirlo. Una voz que lleva pico y pala, y que es en la que confía.

Tan fácil le parece cuando no lo está haciendo, tan difícil cuando se pone. Debe ser un trabajo, una costumbre, un hábito... y esta idea también le cuesta llevarla a cabo. Pero sabe que sólo es el esfuerzo y el trabajo aplicado el que le llevará a algo. Porque también confía de las veces que salió algo cuando estaba presionado para ello. ¿Siempre trabajando bajo presión...? (qué flojo...). Y de los que le animan, le han oído, le han leído. De esas veces en las que parece que el muro, o no ha estado nunca ahí, o se ha caído, o se ha vuelto invisible de repente.

La invisibilidad del muro se da cuando siente que lleva las riendas de su vida. Aunque no siempre. La facilidad es líquida, resbaladiza, dulce... y tampoco anima a exigirse mucho.

Pero no le gusta lo que sale en momentos oscuros. No quiere humo, no quiere vómitos. Sólo pensamientos certeros, palabras exactas, sentimientos encuadrados. Una mano invisible que le guíe, le transporte...eso espera: los pellizcos.

Ese es su dilema: presiente (que no sabe con certeza), que es capaz de hacerlo, y no sabe porque no lo hace: porque no le es necesario, porque no lo necesita, porque no se enfrenta a sí mismo...En última instancia, también sabe, que no hace falta llegar al dolor para empezar...ha de ser placentero, una vía de autoconocimiento, un lo hago porque lo quiero y porque me da la gana. Y encima me gusta.

Eso quiere. Trabajar como la hormiga, disfrutar como la cigarra. Pero... ay! la soledad... harina del costal de cualquiera que se quiera sentar.

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