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Love Potion No 9 --- 1



Episodio 1: El Pacto


Después de la época de lluvias, la Ciudad Música comienza a preparase para el ya famoso Festival de la Colecta, cuando los cultivos de las zonas bajas reúnen las cosechas del año y se bendicen las parcelas para su fertilidad durante el año. Y como la Diosa de la Fertilidad y la Cosecha se venera, en las casas se colocan frutos en grandes canastas en altares adornados con flores e incienso olor a canela y manzana, o también algunos de ellos colocan adornos hechos con sorgo, trigo y otros granos en las puertas de sus casas en forma de ramilletes, coronas, o escobas hechas a mano. Por las calles de los comercios se pueden ver las frutas y legumbres listas para ser vendidas, se ofrecen dulces a los niños y se preparan los escenarios para los recitales de baile, música y poesía. Sin embargo, si bien la Diosa es venerada por ser la que trae buenas cosechas y fertiliza las tierras, también tiene su “chambita aparte” como Diosa del Amor.

Arhes y su gente se preparan para recibir a la Diosa con carretas llenas de rosas blancas, hechizadas para encontrar el amor verdadero. “Recibe tu rosa y regálala a tu amor” dice la pancarta con letra que más bien parecía haber sido hecha por un niño de cuatro o cinco años. Irasumi movía la cabeza con rechazo, muy cruzada de brazos leyendo aquello; ya iban para siete años había estado en la ciudad y todavía era hora de que Arhes no conseguía a alguien con letra decente que le hiciera una pancarta decente. Algunas veces pensaba que reciclaba las pancartas para ahorrarse el esfuerzo pero luego recordaba haber visto a cualquiera de sus lepes haciendo aquella monstruosidad que de seguro ofendía hasta a la Diosa misma.

- ¿Vas a regalar alguna? – le preguntó una de las chicas que ayudaba a Arhes a desempacar la gran cantidad de rosas que se cultivaban en invernaderos especiales al otro lado de la ciudad.
- ¿Después del fiasco del año pasado? No gracias – dijo Irasumi riendo nerviosamente. El año anterior se le había ocurrido la descabellada idea de regalar una de las flores a un chico de su clase con el que sentía ella que había algo de química. Lo peor del caso es que tuvo la desgracia de tener dos hermanos que al parecer querían hacer de su vida amorosa un verdadero infierno pues justo cuando ella estaba por darle la flor, estos dos se aparecieron de la nada y para hacer de una historia larga (y penosa) corta, el sujeto estaba convencido de que ella (Irasumi) tenía lepra.

Las flores eran semejantes a las rosas, grandes y hermosas, todavía en capullos cerrados. De acuerdo a las instrucciones, la flor se abría si el amor era correspondido y dependiendo del color que tomara era el tipo de amor que se veía en el futuro de la pareja. Arhes todavía contaba la graciosa historia de cuando Heavy Metal Rock regaló una de sus flores a una chica llamada Sonido Gótico y la flor comenzó a tomar un color negro casi estrafalario (el negro representaba pasión sexual intensa y depravada) ante lo cual Heavy se puso de todos colores y salió corriendo (luego no pudo ver a Sonido a los ojos como por dos meses hasta que eventualmente las ganas no se pudieron aguantar y he ahí Tai). O también la historia de cuando la Reina recibió todo un ramillete que pintó de varios colores y que fue todo un secreto a voces que se trataba de un ramillete enviado por el Doctor de la Música en persona (Opera). Pero eso no le curaba a Irasumi las ganas de no enviarle a nadie nada.

- Prometemos no decirle que eres una leprosa – dijo Leyb mientras los tres caminaban rumbo al colegio la mañana siguiente.
- Que lo eres – dijo Devon.
- Pero no le diremos a nadie.
- ¡Dios santo! ¡Los dos comparten un cerebro! – exclamó Irasumi. A sus quince años, los muchachos habían dado el estirón antes que ella, así que la chica les llegaba a ambos al cuello. Tenía el cabello más largo y el cuerpo de toda una señorita. Los muchachos eran de buen ver. Devon era el de cabello corto y Leyb era el del cabello largo. Ninguno desarrolló alas.
- Hablando de cerebro – dijo Devon – Te vas a tener que regresar sola. Yo tengo que quedarme a ensayar con la orquesta y este tiene que ayudarnos a colocar el set y la decoración del escenario.
- Es parte de mi castigo por lo de las abejas del otro día – dijo Leyb sonriente y rascándose la cabeza de forma inocente – Beau dijo que me ayudaría a hacer las florecitas de papel.
- ¡Excelente! ¡Le salen rete-bonitas al condenado! No que a ti…
- Sí – dijo Irasumi riendo – tus flores se parecen a las florecitas muertas luego del Holocausto… ¡jajaja!

Luego de un arduo día de clases, Irasumi se encaminó a casa y casualmente pasó por la zona en donde estaban arreglando los últimos detalles de las flores. Arhes estaba supervisando (con su bitácora en mano y toda la cosa). Irasumi se quedó de pie, viendo de lejos la escena. Arhes era el ángel del amor, Guardia Principal de la Reina Música y estatua favorita del parque (porque era claustrofóbico, por lo que había desarrollado una técnica en la que se convertía en estatua para resguardar energías y estar cómodamente adornando cualquier plaza pública pasando desapercibido). Era alto, de cuerpo atlético (bien trabajado por no decir que estaba bien buenote el chiquitito), cabello lacio (tan lacio que parecía ser una cascada cayendo hasta la altura de su cintura) de color dorado brillante, piel clara y unos ojos divinamente verdes que embrujaban a quien los miraba directamente. Arhes usaba siempre una toga alrededor de su cintura y sandalias de correas que se envolvían hasta las rodillas. Irasumi suspiró. Aquel hombre realmente que estaba bien hecho por los dioses (verda’ de dios). Sus alas se curveaban perfectamente bien y eran color perla, bien delineadas, bien hermosas. Y tenía una boquita tan… tan...

- (¡suspiro!) ¡Quién fuera ese lápiz! – escuchó la voz de una fémina detrás. Se volteó a ver de quién se trataba. Entre las flores estaban las damas mientras que la Princesa estaba ahí, parada detrás de Irasumi, al parecer también babeando por el mismo ángel. A sus dieciséis años, Adagio era realmente hermosa; era la hija menor de la Reina Música (su hermano, Acústico, heredaría el trono y ella se quedaría como segunda en la fila ya que Vodka había abdicado hacía mucho tiempo) y tenía un enorme parecido con la reina, a excepción del cabello (negro) y los ojos (grises) que los había sacado de su padre, el rey (Opera). Usaba un vestido sencillo pero se miraba a leguas que era Realeza.
- ¿También usted? – preguntó Irasumi.
- Es que míralo: es hermoso.
- No pos eso sí me cae… - dijo Irasumi regresándose a ver a Arhes en acción.
- ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Irasumi, Alteza.
- Déjate de decirme así. Detesto el protocolo cuando estoy de paseo. – dijo Adagio ofreciendo su mano a manera de saludo, misma que Irasumi aceptó – Llámame Adagio.
- Irasumi: compañera de lujuria. – ambas rieron. Las risas fueron suficientes para captar la atención de varios, incluyendo a Arhes, quien se acercó ambas para hacer un respetuoso saludo.
- Alteza… y amiga de Su Majestad. ¿Venís a ver las preparaciones de las flores?
- Toda esa bola de lujuriosas viene – dijo Adagio señalando a sus damas de compañía (e Irasumi pudo notar que todas eran notablemente mayores que Adagio y ella juntas) que hablaban y reían con sonidos semejantes a los de los guajolotes cuando están en manada – yo nomás vengo porque era la única forma de escaparme de mis clases. ¿Tienen mucho trabajo?
- Estamos a punto de terminar – dijo Arhes con orgullo – Nuestras flores harán felices a muchos en esta ciudad, ¡sí señor!
- ¿Y a ti nunca te han regalado una de tus flores? – preguntó Irasumi con curiosidad. Arhes rió.
- Varias veces, – dijo con aire de grandeza – pero un Cupido nunca se envenena con su propio veneno.
- ¿Las flores están hechizadas, entonces?
- Pues claro. Están hechizadas para encontrar al amor verdadero, jovencita.
- ¿Existe el amor verdadero? – preguntó Adagio.
- Es raro, pero existe. Sus Majestades el Rey y la Reina son claro ejemplo de ello. ¡Hah! Recuerdo perfectamente el día en que ambos unieron sus vidas como si fuera ayer… tu padre entró en un caballo blanco, ¿sabes? – Ares se despidió cortésmente y siguió con sus actividades.
- Me han contado varias versiones de la historia – dijo Adagio a Irasumi – mi padre no aparecerá en todas, pero qué tal el famoso caballo blanco…
- ¡Qué no diera por un beso de ese hombre!
- Tiene un trasero hermoso.
- ¿Le has visto el trasero entre tanto trapo que se enreda?
- Desde mi habitación hay una espectacular vista del río, guiño-guiño – dijo Adagio con una risilla pícara y ruborizándose ligeramente. Irasumi se quedó boquiabierta.
- ¡¿Lo espías mientras se baña?! – exclamó en voz suficientemente audible como para que solo ambas escucharan - ¡Adagio, eres la mujer a la que envidio con toda mi alma en estos momentos!
- Si quieres te podría invitar a pasar la noche en el castillo y si puedes ir… - dijo Adagio un tanto tímida. La cara iluminada de Irasumi la motivó a seguir hablando con todo el entusiasmo prácticamente tatuado en su rostro, sus manos y su voz - ¡Mañana le toca baño y créeme que si con la toga es lindo, al natural es ES-PEC-TA-CU-LAR! – e Irasumi pudo adivinar que Adagio estaba feliz de encontrar a alguien que, como ella, estaría dispuesta a espiar a un chico desnudo desde la habitación de su ventana y (dada la oportunidad) tomar fotografías.

No hubo motivos por los cuales la familia pusiera impedimento para que Irasumi tuviera una “noche de chicas” inocente (como Irasumi lo planteó, era una “tierna piyamada a la que inclusive Pepe estaba invitado”). Por su lado la madre de Adagio estaba contenta de que su hija comenzara a socializar con el resto de la gente (ya que Adagio era catalogada como tímida y poco amiguera entre la Corte que se la mantenía en sus habitaciones en lugar de salir a divertirse). Luego de las presentaciones formales y de que Irasumi prometió portarse bien y de no meterse en problemas, ambas chicas cenaron en las habitaciones de la princesa y ahí se estuvieron comiendo galletas con leche y platicando de sus respectivas vidas, ambas en piyamas y a la luz de las velas. Irasumi había presentado a Pepe y ahora Adagio lo tenía abrazado mientras Irasumi le platicaba de cómo habían llegado a la ciudad.

Era fascinante para Adagio escucharla; era como si ella ya hubiera visto todos esos lugares tan maravillosos de los que ella sólo había leído en sus libros. Entonces, cuando la luna estuvo alta, ambas apagaron sus velas y se escabulleron por la ventana. Era una sensación emocionante esta de estar cometiendo una especie de felonía y el peligro de ser descubiertas por la persona a la que ahora buscaban usando el telescopio de la princesa (que lo debía de usar para estudiar las estrellas pero la muy méndiga lo usaba para estudiar otras cosas). Adagio enfocaba mientras que Irasumi apenas alcanzaba a ver la figura de Arhes en la orilla del río.

- ¡Ya está! – exclamó Adagio entre risillas.
- ¡Déjame ver, déjame ver! – exclamó Irasumi empujando a Adagio para ver por el aparato y sus risas se volvieron una expresión de asombro - ¡Dios santo! ¡Esto debe ser pecado! ¡El estar así de ---- Dios santo! – exclamó prácticamente con un gritillo y poniéndose sumamente colorada, aventando el telescopio.
- ¡Déjame ver! – Adagio lo tomó. Ella también pegó el gritillo y se apartó cubriéndose la cara – Eso es su---¡Ay Dios!
- Yo quiero ver, yo quiero ver…Pero es que míralo – dijo Irasumi tomando el telescopio nuevamente - ¡Está pero si mandado hacer! ¡Diablos! ¡Esa toga no le hace ningún bien! ¡Le cubre todas las partes buenas!
- Pero si anduviera así toda la vida, ¿te imaginas? – ambas rieron nerviosamente - ¿Ya se metió al agua?
- Ya – dijo Irasumi dejando el telescopio libre para que Adagio lo viera - ¡Quién fuera nereida para ir a tocarle su lindo culito en estos momentos!
- Su culito y otras cosas – dijo Adagio soltando la risita coqueta. Irasumi se puso de rodillas y se asomó por la ventana.
- ¡Me cae que me encantaría que ese bombonazo me diera un beso! Ya nomás eso pido pa’ morirme tranquila. Un beso del Arhes.
- Sí – suspiró Adagio arrodillándose junto a ella. Ambas tenían una cara de borreguito que las hacía verse realmente angelicales – un besito con esa boquita de uy-yu-yui.
- Ese será su nombre-código de hoy en delante: “El Uy-yu-yui”
- “Irasumi, hoy vi al Uy-yu-yui en las flores…” - ambas soltaron las carcajadas.
- “¿Ya le viste la toga al Uy-yu-yui?” (carcajadas)
- “Hoy vimos al Uy-yu-yui en el río” (carcajadas hasta que ambas estaban rodando en el piso, llorando y sosteniendo sus estómagos)
- Ya… ya en serio… (aaaay) ¿No te gustaría que te diera un beso pero así, bien dado y toda la cosa? – preguntó Irasumi.
- ¿Con manoseada y todo?
- Con manoseada y todo.
- Pues la verdad sí – dijo Adagio poniéndose colorada – Y créeme que ya le busqué por todos lados una ley que diga así como que “le tienes que cumplir los caprichos a la princesa” o algo parecido, pero nada.
- Debe haber una manera… porque si se lo pedimos nos va a ver con ojos de “inches lepas, límpiense los mocos.” – ambas se quedaron pensativas después de esto. Ahí, justo en ese momento, la idea maquiavélica cruzó por la mente de ambas - ¿Estás pensando lo que yo?
- Creo que sí – dijo Adagio con la misma sonrisa de oreja a oreja que tenía Irasumi.
- Digo, él mismo dijo que no se envenenaba con su propio veneno…
- ¡Estaríamos poniendo a prueba sus defensas!
- ¡Diablos! ¡Le estaríamos haciendo un favor!
- ¿Pero cómo le hacemos?
- Bueno, mi tío Heavy dice que para poder derrotar al enemigo, debes primero estudiar a tu enemigo: conocerlo de pi a pa… meterte en la mente de tu enemigo…
- Necesitamos estudiarlo – dijo Adagio convencida de sus palabras.
- Pero primero, tenemos que hacer un pacto – dijo Irasumi estirando la mano hacia Adagio.
- ¿Un pacto?
- Que lo que sea que hagamos, nadie tiene por qué enterarse de ello – dijo Irasumi con mirada serie – especialmente mis hermanos.
- Un pacto – dijo Adagio estrechando la mano de Irasumi – Será como el código sagrado.
- Perfecto… a ver si ya salió… - dijo Irasumi levantándose para ver por el telescopio. Adagio se quedó pensativa.
- ¿Y si no funciona?
- Si no funciona – decía Irasumi enfocando aquel aparato – no hay problema… - y se volvió a ver a Adagio – pero, ¿y si funciona?

Ambas sonrieron gustosas, imaginando lo que pasaría si aquello realmente funcionara.

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