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Love Potion No. 9 --- 5

Episodio 5: La Guerra Pt 2


Adagio salió corriendo en cuanto Arhes salió volando a pesar de los gritos de la institutriz (que parecía que tenía un ataque/embolia/orgasmo todo al mismo tiempo). Se topó con varios guardias, consejeros (salieron volando papeles), damas de la corte (todas como palos de bolos, pa’ ningún lado), pero aquello era como tratar de detener a un tren a toda velocidad (hay que darle méritos a la muchacha, porque correr y seguir corriendo hasta salir de palacio en dirección de la plaza, en tacones). Llegó a la plaza ya jalando aire para seguir viva. Sentía que el corazón se le iba a salir, pero su búsqueda frenética de Arhes seguía porque no quería ser la culpable (según ella) de que dos Guardias Principales se partieran su mandarina en gajos (que resulta ser la misma mandarina, ¿verdad? Pero en fin).

- ¡Amor mío! – escuchó la voz, pero no fue lo suficientemente rápida para evitar el momento en que Réquiem, en picada, la cargó y se elevó nuevamente. El grito de Adagio fue ahogado por el aire – No temas, - le dijo Réquiem dándole un besito en la mejilla – no te dejaré caer... todavía. – Adagio lo miraba con terror, aferrada a su cuello como “el corcho” a la botella.
- Te juro que si me dejas caer, ¡no me voy sola!
- ¿A quién perseguías con tanto añico? Tus mejillas se ven rosadas y tu corazón late con fuerza.
- (y el hecho de que casi me matas del susto no cuenta, bastardo) ¡A nadie! ¡Me encanta correr! Es sano.
- Mentirosa – dijo Réquiem restregando su nariz con la de Adagio – yo se que perseguías a alguien. Dime.
- A --- Irasumi.
- ¿Está aquí? – Réquiem detuvo su vuelo para buscar a la chica mencionada con entusiasmo.
- ¿Me puedes bajar?
- Solo si me das un beso.
- ¡REQUIEM! – y el grito hizo que se le helara la sangre a Adagio mientras Réquiem se viró justo para evitar la flecha que iba en su dirección.
- ¡ARHES! ¿COMO TE ATREVES---? – gritó Réquiem. Arhes se acercó y se detuvo a medio vuelo.
- ¡Ah! – exclamó Arhes - ¿Así que me engañas con este?
- ¿Engaño? – preguntó Réquiem a Adagio, quien ahora realmente temía por su vida - ¿Acaso has hecho de las proposiciones indecorosas de este?
- ¡Yo no estoy engañando a nadie! – exclamó Adagio angustiada – No se vayan a pelear ahora, no quiero morir joven.

Réquiem y Arhes descendieron a media plaza. Réquiem depositó a Adagio en el piso y así, con público y chica en medio (con la cara oculta entre las manos porque por más que quiso escabullirse de ahí, ambos se lo impidieron), comenzaron a discutir apasionadamente.

- ¡Esto no puede seguir así! – exclamaba Arhes amenazador - ¡Siempre te metes en mi vida!
- ¿Tu vida? ¡Yo la vi primero!
- ¡Pero ella me prefiere a mí, no a un gusano que se la mantiene encerrado haciendo cochinadas con los cadáveres!
- ¡Uy sí! ¡El pirujo en persona hablando! ¿A cuántas te has tirado, eeh? ¡Con eso de que no tienes preferencias y te vale un carajo lo que digan o hagan los demás, seguro y ya te has cogido a TODO EL PUTO REINO!
- ¡YA POR FAVOR LOS DOS! – gritó Adagio separándolos con las manos. Ya les habían hecho hasta bolita y toda la cosa.
- ¡Estoy de acuerdo! ¡Adagio! Elige ahora: a mí o al necrofílico este.
- Sí, Adagio – dijo Réquiem – al necrofílico o a la sífilis andante.
- ¡A ninguno de los dos! – chilló Adagio - ¡Parecen niños! ¡son Guardias Principales, por los dioses, compórtense como tal! – y viendo al público - ¡y ustedes qué! ¿No tienen cosas más importantes qué hacer? ¡HUCHALE!

Adagio avanzó con paso firme entre la gente, quien le abría el paso, siguiéndola con las miradas. Se mantuvo así, sin detenerse hasta llegar a palacio, escuchando a Arhes y a Réquiem gritar su nombre a lo lejos, sin hacerles caso. Irasumi se encontró con ella justo en los jardines principales del palacio.

- ¡Adagio!
- ¡Irasumi, sálvame! – exclamó Adagio abrazándola. Arhes y Réquiem se detuvieron ahí. La gente - ¡Al chisme!
- Irasumi... – suspiró Réquiem
- ¡NO TE ATREVAS A DIRIGIRLE LA PALABRA A MI ESPOSA! – gritó Arhes.
- ¿ESPOSA? – gritaron al unísono Irasumi y Réquiem mientras que en el fondo hubo un “!NOOO!” generalizado de varias féminas (bueno, hasta desmayos hubo).
- ¡Bueno! Futura esposa.
- Ella es mi novia – dijo Réquiem tomando a Irasumi de un brazo y jalándola hacia él.
- ¡OYE! – chilló Irasumi. Arhes la tomaba del otro brazo.
- No, - dijo – mi futura.
- ¡No soy de ninguno de los dos! – Irasumi se soltó. Se dirigió a Arhes apuntándolo con el dedo – Además, ¡andabas de volado con mi mejor amiga!
- ¡Ella me provocó, lo juro! – se defendió Arhes.
- ¡Ay sí, verdad, que a gusto! – se volteó con Adagio – y debo decirte que este (apuntó a Réquiem) me fue a dejar un pastel hoy por la mañana.
- ¡Traidor! – exclamó Adagio siguiéndole el teatro a Irasumi - ¡Me dijiste que solo a mi me hacías pasteles!
- ¡Ella me provocó, lo juro! – se defendió Réquiem.
- Esto no se queda así – dijo Arhes amenazando a Réquiem – más te vale que te cuides la espalda, hermanito, porque te voy a quitar de mi camino. El amor de mis dos mujeres es mío y no comparto.
- Te tendré miedo, pos este; vente, papá, órale, llégale – dijo Réquiem en tono retador. Arhes bufó y se fue. Réquiem se fue por el otro lado y las dos mujeres se quedaron ahí, en medio de la gente (y varias chicas listas a partirles su mandarina a las dos por obvias razones).
- ¿Crees que alguien se dio cuenta? – preguntó Irasumi.
- ¡Ay no! – exclamó Adagio abrazando a Irasumi otra vez. Irasumi tragó saliva. Opera estaba ahí.

A lo lejos, Canción de Cuna y Heavy Metal estaban viendo el show desde una de las bardas que rodeaban los jardines. Ambos estaban en su “lunch break”, compartiendo los emparedados de jamón de una y los de crema de cacahuate del otro.

- ¡Esto de ser viuda apesta! – exclamó CC pateando el aire - ¡Nadie se quiere aprovechar de mi! ¡Tenía más pegue cuando estaba casada!
- Esto es genial – dijo Heavy entre risas.
- No tiene nada de gracia.
- ¿Qué no? ¡Mira, hay un PEDO mundial y es la primera vez que yo no tengo NADA que ver!

La Reina Música entró a su despacho, angustiada porque le habían comunicado que su hija y su amiga habían estado en medio de un pleito entre dos Guardias Principales. Estaba angustiada por el bienestar de las dos muchachas y en segunda, angustiada por saber qué era el problema y cuáles habían sido los Guardias. Al entrar, encontró a Opera, de pie y con los brazos cruzados, cara de muy pocos amigos, viendo fijamente a dos cabizbajas muchachitas que ya se olían lo peor por venir.

- ¿Qué pasó? – preguntó la Reina.
- Pasa que tu hija y su amiguita son un par de idiotas.
- ¿Qué? – preguntó la Reina confundida. Irasumi suspiró.
- Le dimos a Arhes una poción de amor y Réquiem accidentalmente se la comió también.
- Funcionó – dijo Adagio – y ahora los dos se quieren matar.

La reina estaba boquiabierta.

- ¡¿Le dieron una poción de amor a Arhes!? (las dos chicas dijeron que “sí” con la cabeza) ¡¿Y funcionó?! (la reina no puede ocultar su asombro al ver que ambas respondían que “sí” por segunda vez) ¡Guao! ¿Cuál fue?
- ¡AHEM! – Opera la miró con ojos desorbitados.
- ¡Oh! Digo, mal, niñas, muy mal... no, en serio, ¿cuál fue?
- Una de un tal Ypsilon Raga – dijo Irasumi. En eso, Aik entró precipitadamente, notablemente espantado.
- ¿Qué pasó? – dijo. Pareció calmarse un poco al ver a Irasumi viva, pero luego cayó en cuenta de que estaban Opera, la Reina y Adagio también y su calma se convirtió en enojo hacia su vástaga en menos de lo que canta un gallo - ¿Qué pasó?
- Tu engendro del demonio y el mío hicieron una poción de amor, se la dieron a Arhes y a Réquiem y ahora los dos imbéciles se quieren matar. Por cierto, la poción es firma y alma de Ypsilon Raga – dijo Opera severamente.
- ¡¿Le dieron una poción de amor a Arhes!? ¡¿Y funcionó?! ¡Guao! ¿Cuál fue?
- ¡AHEM!
- Digo, mal, niñas, muy mal... no, en serio, ¿cuál fue?
- Ps una que decía “Love Potion No9” – dijo Adagio.
- ¿Y de dónde la sacaron? – preguntó la Reina.
- Del despacho de mi padre.
- ¿Burlaron la seguridad? – preguntó Opera sin ocultar ahora él su asombro. Ambas chicas se vieron.
- ¿Había seguridad? – preguntó Irasumi.
- ¿Y de dónde carajos sacaron los ingredientes? – preguntó Aik.
- Los robamos, del jardín de Ragdelion – dijo Adagio.
- ¡Dios santo! – exclamó Opera, quien actuaba como si el mundo se fuera a terminar - ¿Robar, Adagio, robar?
- En defensa nuestra, ¡nunca pensamos que fuera a funcionar! – exclamó Irasumi como que no quiere la cosa – Digo, es Arhes. Además, se les va a pasar en 24 horas, o sea, si se los dimos ayer por la tarde, hoy pa’ la misma hora se les quita.
- Si es que no se matan primero – dijo Adagio.
- Buen punto.
- Hay que encontrarlos y ponerlos bajo arresto. – dijo la Reina decidida – Enviaré por ellos. El festival debe continuar, no hay que sembrar el pánico. Adagio, a tu habitación; hablaré contigo más tarde. Aik, por favor, llévate a Irasumi.
- Alteza, no sabe cuánto lo siento – dijo Aik apenado y tomando a su lepa del brazo, jalándola hacia afuera. Ambas chicas se vieron como quien se despide para siempre. La puerta se cerró y la Reina suspiró aliviada.
- Bueno, - dijo - al menos no se trata de Heavy Metal. – y Opera estuvo de acuerdo.

Afuera, Aik no le dirigió la palabra a Irasumi durante todo el camino. Mil veces hubiera preferido la chica que su padre se hubiera vuelto loquito, diciéndole mil veces la gran cantidad de líos en los que estaba. Y durante todo el camino, rogó porque ni Arhes ni Réquiem se aparecieran en su camino; temía que Aik, con ese ánimo, realmente los dejara con dos puestos vacantes. Al llegar a la casa, Devon y Leyb estaban a punto de irse rumbo al concierto.

- Adelántense – dijo Aik – Tengo que hablar con su hermana.

Aik entró. Irasumi vio con angustia a sus dos hermanos, quienes la vieron con ojos de “¿qué le hiciste?”. Desde adentro de la casa, escuchó el grito: “¡Irasumi!” y tragó saliva. Leyb le puso la mano sobre el hombro.

- Fue un placer – le dijo. Devon asintió y ambos siguieron su camino.

Irasumi entro y se recargó sobre la puerta al cerrarla. Aik estaba sentado en el sofá, llevándose las manos a la cara y descubriendo sus cabellos hacia atrás. Irasumi sentía el nudo en el estómago.

- Lo que me vayas a decir, dímelo ya – dijo. Aik la vio.
- Vete a tu cuarto – dijo serenamente – No quiero verte en el festival esta noche, no vaya a ser que salgas lastimada. Ya mañana, cuando el efecto de la poción se haya pasado, entonces hablamos.

Aik se levantó, le dio una palmada en los hombros, un beso en la frente y se fue. Irasumi se sintió como cucaracha. Subió las escaleras prácticamente arrastrando el alma. Se dejó caer sobre su cama aguantándose las ganas de llorar. Nunca antes había visto la mirada de decepción que su padre le había lanzado esa tarde y ahora estaba arrepentida de lo que había hecho. De pronto, escuchó golpeteo en su ventana. Levantó la cara para ver a Arhes ahí, balanceándose sobre la rama del árbol cercano a su ventana con un gran ramo de rosas entre sus manos. Irasumi avanzó con pasos lentos hacia la ventana, la abrió e inmediatamente Arhes le ofreció las rosas.

- Perdóname. – le dijo antes de que Irasumi le pudiera decir algo – Fui grosero contigo y con tu amiga. Prometo que no vuelve a pasar. ¿Me perdonas?
Irasumi tomó las rosas y estas se tornaron de un color rosa con puntas rojas. Arhes le sonrió; Irasumi bajó las flores y lo miró acongojada.
- Arhes...
- ¿No te gustan las flores? – preguntó Arhes mortificado.
- No es eso – dijo Irasumi dejando las flores a un lado y tomando luego las manos de Arhes entre las suyas. La mirada del ángel era de confusión y ella no pudo sostenerle la mirada; sabía lo que tenía qué hacer – las flores son lindas.
- ¿Pero? No, espera, mejor no; – dijo Arhes antes de que Irasumi comenzara a hablar – “Son lindas, pero no son de Réquiem,” es eso, ¿verdad?
- No. Arhes, eso que sientes por mi y por Adagio... no es real.
- No entiendo – dijo Arhes levantando la ceja. Irasumi suspiró con desánimo.
- Arhes, ¿eso que dices que sientes por mi y por Adagio? Bueno, es porque Adagio y yo te dimos una poción de amor, de esas que hizo Ypsilon Raga. Ni siquiera vas a querer matar a Réquiem... bueno, tal vez sí, no sé qué tipo de relación llevaban ustedes dos antes de esto... Por cierto, Réquiem también está bajo el efecto de la poción – Arhes soltó sus manos. La miraba entre asombrado, dolido, traicionado y una mezcla de emociones que Irasumi mejor no quiso descifrar – y fue un accidente. Lo de Réquiem fue un accidente, no queríamos embrujarlo a él.
- ¿Una poción? ¿Por qué harían tal cosa?
- Por una estupidez, ¡qué sé yo! El caso es que el efecto de esa poción te hace tener ese sentimiento, que no es real y que en un par de horas se acaba y ya.
Arhes bajó la mirada para tratar de encontrar las palabras qué decir en seguida. Irasumi le regresó las flores.
- Quédatelas – dijo Arhes con voz apagada.
- Arhes... yo no... – comenzó a decir la chica, pero Arhes levantó la cara y le dirigió la mirada más profunda que ella hubiera visto.
- Esto que siento aquí adentro, muy adentro, es algo que he estado esperando durante siglos para que apareciera y que en un momento dado dudé que pudiera sentirlo... es un algo que me hace sentir como si el hueco en mi pecho se llenara y por fin estuviera terminado... ¿y me dices que es efecto de una poción de amor? ¿Qué clase de monstruo eres?
- Arhes, yo no quise hacerte daño, de verdad.
- Es Réquiem, ¿verdad? – la voz de Arhes se tensaba – Estás tratando de protegerlo y por eso me dices todo esto, ¿verdad?
- No estoy protegie---

Arhes emprendió el vuelo antes de que Irasumi pudiera terminar. Con un gruñido de desesperación, Irasumi vio hacia abajo, midió su distancia y trepando cual changa era, comenzó a bajar del árbol entre padres y madres (nunca se le ocurrió que estaba sola en casa y que Aik había dejado la puerta abierta de la casa). Una vez en el piso (de puritito sentón) se puso de pie y a correr hacia el escenario central, en donde se llevaría a cabo el concierto masivo para introducir a la nueva Orquesta Filarmónica de la Ciudad Música y dar inicio a los festivales del invierno.

Adagio por su parte abría la puerta para que su madre, la Reina Música entrara. Ambas se sentaron sobre la cama de la princesa, quien sentía las miradas de su madre como un acto de desaprobación de los hechos. Ni ella se reconocía. Hacía una semana, era calladita, recatada y ni por la mente le pasaría andar en semejantes líos (bueno, eso de ver chicos desnudos con el telescopio era una excepción a la regla, pero estando en su lugar, ¿quién no aprovecharía el taco de ojo?)

- Adagio, no sé qué decirte.
- Estás decepcionada de mis acciones, lo sé, lo sé – dijo Adagio cubriéndose el rostro con las manos - ¡soy un asco!
- No eres un asco, eres una adolescente. Debo admitir que yo era exactamente igual a ti a tu edad... pero eso de manipular las emociones de dos ángeles musicales es algo imperdonable, inclusive penado con cárcel.
- ¡Ay dios! – exclamó Adagio con angustia. Ya se veía tras las rejas, vestida con rayitas y siendo la perra de otras presas (o presos, lo que era peor).
- Necesito que me ayudes. – dijo entonces su madre. Adagio parpadeó y se volvió a verla. La Reina hablaba en serio – No puedo comunicarme con ninguno de los dos y tal vez tú puedas llamarlos. No quisiera usar la palabra “carnada”, pero eso es exactamente lo que vas a ser. Será parte de tu castigo; eso y mucho tiempo de servicio comunitario.
- ¿Y qué pasará con Irasumi?
- Dejaré que su padre se encargue de ella, pero le pediré que le incluya el servicio también. – la Reina sonrió – Me alegra que hayas hecho amistades, Adagio.
- Vamos a ser carnada, entonces – dijo Adagio decidida y poniéndose de pie.
- Vas a tener que cantar.
- ¡¿Qué?! ¡No! – exclamó con desasosiego.


TBC

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