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Love Potion No 9 -- 6

Episodio 6: Un Cruel y Doloroso Despertar


Aquello estaba a reventar. La Orquesta Sinfónica de la Ciudad Música estaba conducida por un ángel de nombre Avantgarde y supuestamente era bastante bueno. “Supuestamente” porque era su primera vez frente a la Sinfónica. Su maestro, Barroco, le daba las últimas instrucciones mientras la orquesta se preparaba tras bambalinas. El chisme de la noche era que Devon Rock haría un solo de violín para morirse de la envidia.

Aik, por supuesto, estaba sonriendo y muy orgulloso de su chamaco. No tanto del otro, Leyb Rock, quien tenía la tarea de acomodar las partituras y los instrumentos (bien roady de su parte) esa noche. Leyb tenía su presentación en el atrio del Rock, dos noches después de esta. Heavy, sentado al lado de Aik, se acomodaba la gargantilla del uniforme de gala que ambos lucían esa noche.

- ¿Y por qué Irasumi sí se pudo escapar de esta y yo no? - preguntaba Heavy con fastidio.
- Porque Irasumi está castigada por envenenar a dos ángeles – dijo Aik entre dientes y sonriendo falsamente a quien le saludaba.
- ¡Ay sí! ¡Yo maté a mi hermano y nadie me dijo nada!
- Siendo que no te gusta la música clásica, toma esto como un castigo por parte... una minúscula parte de todo el mal que has hecho.
- Te odio.

Se dio el aviso de la primera llamada. Canción de Cuna estaba tras bambalinas cuando Adagio llegó.

- Me dijo mi madre...
- Sí, ya sé el plan. ¿Estás lista? Vas a cantar antes de que se presente la sinfónica.
- No me gusta cantar, Canción de Cuna.
- Pues a mí no me gusta la crema de cacahuate, pero si le digo que no quiero, el Heavy se pone a llorar como una niña. ¿Vas a ser como Heavy – una niña?
- Err... no.
- Bueno, entonces a cantar se ha dicho.
- ¡Adagio! – era la voz (toda bafeada) de Irasumi – (jadeo) Adagio...
- ¡Irasumi! – exclamó Adagio y a CC casi se le salen los ojos - ¿Qué haces aquí?
- (jadeo - ¡Ay dios! ¡Necesito un estilo de vida más sano!) ¡Arhes! Arhes ya sabe lo de la poción... y ahora sí que... quiere matar a Réquiem porque cree que tiene la culpa de todo.
- Voy a cantar – dijo Adagio tratando de calmarla – y voy a tratar de llamar la atención de ambos.
- Y del resto me encargo yo: – dijo Canción de Cuna con un guiño de orgullo – esos dos nunca se me han escapado vivos, de hecho digamos que soy una especialista en el caso.
- Yo te ayudo – dijo Irasumi decidida.
- Nel – dijo Canción de Cuna tomándola del brazo – Uste se me queda aquí.
- ¡Yo puedo ayudar! – exclamó Irasumi desesperada - ¡Soy la mejor vocalista de mi clase!
- ¡Ándale, Canción! – dijo Adagio casi rogándole – No me hagas salir al escenario yo solita.

Viendo la cara de perrito perdido de ambas, Canción de Cuna terminó por ceder. Irasumi tomó las manos de Adagio y ambas comenzaron a respirar profundamente.

- ¿Lista? – dijo viéndola a los ojos.
- ¿Cuál cantamos? – dijo Adagio. Hubo un intercambio de ideas entre ambas, tras el cual la princesa sonrió.
- Perfecto entonces – dijo Irasumi.

Las luces se apagaron para la tercera llamada. La gente comenzó a tomar sus asientos y a guardar silencio. La orden a la orquesta había sido dada (sin darle al público motivo alguno para preocuparse) y ellos aguardaban a que las chicas salieran. Al salir, pasaron por un lado de Devon e Irasumi lo miró por breves segundos. Devon asintió y avanzó con ellas hasta el centro del escenario en donde estaba el piano, instrumento rodeado por el resto de la sinfónica. Esto último no estaba planeado.

- ¿Qué demonios hacen? – dijo Canción de Cuna. La Reina y Opera (y todos los guardias en stand-by) con caras de asombro y shock. Todos los asistentes murmurando entre sí; Aik con un aneurisma. Heavy deseando haber traído palomitas.

El piano comenzó a tocar un jazz suave. La primera en abrir la boca fue Irasumi, seguida luego por Adagio. Sin ayuda de hechizos amplificadores, sus voces se escuchaban perfectamente hasta el último rincón del recinto. Canción de Cuna por poco y se queda en la lela de la maravillosa interpretación pero luego se sacudió aquello y dirigió sus ojos al cielo. Sigilosa como gato, avanzó hacia las chicas y se colocó detrás, comenzando a hacer un corito suave de “uuuh-uuuh”. De pronto dos costales cayeron del cielo justo en el pasillo que daba al escenario. Los guardias se movilizaron rápidamente. La gente sobresaltada de ver que los dos costales eran Arhes y Réquiem, profundamente dormidos (y golpeados, no hay que olvidar eso pues cayeron desde una altura considerable). Las chicas azoradas en el escenario y una Canción de Cuna que no cabía de la felicidad que aquello le propinaba a su ego.

- Sip, sip, sip. Nunca falla. – dijo limpiándose las uñas en su blusa.
Heavy se puso de pie chiflando y aplaudiendo (y claro que con el “wooo” respectivo y merecido). Adagio e Irasumi voltearon a verlo (todavía con cara de espanto) mientras que Canción de Cuna le hizo una reverencia de agradecimiento con una sonrisa triunfal y orgullosa.

El festival estaba ya en todo su apogeo y por doquier se miraban las flores encantadas siendo regaladas. Los olores de comida inundaban el aire, la música llenaba los sentidos, los colores adornaban la ciudad y la algarabía de la gente era suficiente para alegrar cualquier alma. Sin embargo, Canción de Cuna resolló desilusionada al ocupar su ya tradicional lugar al lado de Heavy, a la hora del lunch, sobre la barda del palacio. Heavy la miró extrañado.

- ¿Y ‘ora tú?
- No me la dio.
- ¿No te dio qué quién?
- La rosa. Esperaba que Acapela me diera una rosa y no me la dio.
- Acapela es un marica – rió Heavy. Canción de Cuna lo golpeó en el hombro.
- ¡Acapela no es un marica, tú eres el marica! De todas maneras, voy a ser la única de seguro que se quede sin nada... otra vez... y lo peor del caso es que la Rave va a andarme restregando en mi cara sus pinches florecitas. ¡Méndiga víbora, rastrera, muerta de hambre, putísima y se casó de blanco! Te juro que si no fuera mi coma--- – en eso, vio frente a ella una rosa. Se volteó sorprendida a ver a Heavy – ¿--dre? Heavy ¡Ay, qué pena! ¿No pensarás que tú y yo---?
- ¡Oh, diablos no! – exclamó Heavy casi con asco ante la idea – Pero tengo guardia contigo una semana más y sabía que si no te daban una, ibas a estar a chingue y chingue con lo mismo toda la pinche semana. Toma. Toda tuya y puedes decir que te la dio el marica ese.

Canción de Cuna tomó la rosa y esta comenzó a pintarse de color rosa pálido. Le dio hasta cierto punto ternura y esto la motivó a darle a Heavy un besito en la mejilla como muestra de su agradecimiento.

- ¡Ya, ya! – dijo Heavy limpiándose el beso entre las risillas de Canción de Cuna - ¡Pareces vieja, Juan Simón!

Era mediodía cuando las dos amigas se encontraron en la entrada de la feria. Ambas sabían que no iba a ser nada fácil lo que tenían que hacer ahora. En definitiva, Adagio e Irasumi necesitaban un trago.

Réquiem había sido fácil. El Guardia de la Reina Música tenía un buen sentido del humor y había tomado la noticia con cierto grado de asombro. Lo habían encontrado en el cementerio, ya completamente curado del hechizo y con una venda rodeando su cabeza (pues se había abierto una herida considerable al caer dormido por el hechizo de Canción de Cuna), un brazo enyesado y moretones por todos lados. Rió animosamente cuando le platicaron que había querido matar a Adagio para convertirla en su novia muerta y que se puso hogareño y comenzó a hacer pasteles para ambas.

- Me preguntaba por qué tenía yo tanto batidero en la cocina – dijo con un rostro inocente. Al parecer, parte del hechizo había hecho que su memoria estuviera algo borrosa en cuanto al incidente. Sin embargo, sabían que por su popularidad, su ego y su carácter, Arhes iba a ser otra historia – Yo que ustedes mejor ni le movía y lo dejaba con la duda – les había dicho Réquiem – al fin y al cabo se le va a olvidar.
- Fue una poción de amor – dijo Adagio señalando lo obvio.
- ¡Uy! Derechazo al ego... Bueno, cuando se lo digan, háganlo desde una distancia en la cual les dé de perdida cinco minutos de ventaja.

Por eso, ahora que miraban de lejos el puesto de Arhes en donde había una larga fila de ángeles en espera. Los ayudantes de Arhes trabajaban arduamente y Arhes, con un ala entablillada, collarín para sostener su cabeza, moretones por todos lados y cara de pocos amigos (bueno, mirada de pocos amigos, porque aunque sonreía amablemente, sus ojos destellaban chispazos de que prefería estar en cualquier lado menos en ese). Ambas se acercaron paso a paso; cuando llegaron ahí, todos se quedaron callados y casi les abrieron paso y les hicieron valla hasta que llegaron con Arhes. El ángel las vio y hubo un momento en el que ambas pensaron que Arhes las odiaba.

- La fila está de aquel lado – dijo el ángel señalando la fila con un tirón de la cabeza y una cara de dolor.
- No venimos a la fila, queremos hablar seriamente contigo. ¿Se puede? – dijo Adagio tímidamente. Arhes se quedó perplejo pero aceptó. Se lo llevaron alejado del alboroto rumbo a unas banquitas.
- Soy todo oídos – dijo cruzado de brazos. Ambas tragaron saliva; la mirada de Arhes era severa.
- Queremos hacer una confesión que puede ser bastante desagradable – dijo Irasumi. Comenzó a contar todo, con lujo de detalles (bueno, la parte del telescopio definitivamente no se la dijo, después de todo, querían seguir teniendo ciertas distracciones de vez en cuando). La cara de Arhes no se inmutó. Cuando terminaron, hubo un silencio aterrador.
- A-ah, ¿eso es todo? – dijo Arhes.
- Básicamente, sí. Lamentamos mucho todo... desde lo de la poción hasta lo de la... – Irasumi lo señaló de pies a cabeza – madriza.
- A ver, déjenme ver si entiendo bien: mi ala derecha está fracturada en tres sitios diferentes, mi ala izquierda tiene un agudo dolor en su base, probablemente porque me la reacomodaron, tengo moretones por todos lados, un cuello adolorido y un terrible dolor de cabeza... ¿porque ustedes dos quisieron hacer una travesura autografiada por la vasca esa de Raga?
- Esto dentro de cinco años va a ser bastante gracioso – dijo Adagio entre risas nerviosas. Arhes emitió algo entre un gruñido y un bufido de perro rabioso – o tal vez no.
- Tenemos que hacer servicio comunitario por un año – dijo Irasumi como diciendo “si te sirve de consuelo”.
- ¿Y saben qué? – dijo Arhes – Van a comenzar ahora mismo. ¿Ven toda esa fila? ¡Van a entregar rosas, una a una, hasta que se les caiga la mano!
- Me parece justo – dijo Irasumi viendo a Adagio y esta asintió. Ambas caminaron hacia el puesto y estuvieron ahí, paradas y entregando flores, hasta que fue hora de cerrar por los recitales. Terminando de empacar la última manta y preparar lo que se iba a repartir por la mañana, ambas se sentaron en las banquitas nuevamente. Tenían banditas en los dedos de todas las cortadas por una que otra espina que se había colado por ahí, los pies adoloridos y un hambre atroz (el lonche de ambas se lo había comido Arhes nomás para darles una lección y lo había hecho con tal alevosía y ventaja que hasta se saboreó al hacerlo y lo mascó con la boca abierta, dejando de pedacitos de comida se cayeran nomás por el placer de ser).
- Y dicen que como mañana es al dos por uno, se pone peor la cosa – dijo Adagio entre pujidos.
- ¡Dioses!
- ¿Cansadas? – Arhes se acercaba a ambas. Las chicas le lanzaron un par de miradas sucias
- Te comiste el lonche de las dos – dijo Irasumi – eso fue algo absolutamente innecesario.
- Pero divertido – dijo Arhes sonriente.
- Mañana le echamos purgante a los mufins, a ver si aprende - dijo Adagio por lo bajo a su amiga y esta soltó la carcajada.
- Ja-já, muuuy chistoso. Mañana las quiero aquí temprano para que ayuden a levantar todo otra vez. Traigan lonche para TODOS.
- Sí señor – dijeron las dos. Arhes se dio la vuelta para irse, pero se detuvo.
- ¿Puedo preguntar por qué?
- ¿Por qué – qué? – preguntó Adagio.
- ¿Por qué hicieron lo de la poción y toda esa bola de --- de circo?
- Porque... – Irasumi comenzó viendo a Adagio, quien le dio su aprobación – porque queríamos que nos dieras un beso.

(Insertar grillitos cantando)

- Eso es sumamente estúpido – dijo Arhes.
- ¡Dhá! Ya lo sabemos – dijo Adagio.
- ¿Quieren decirme que se robaron un libro de pociones mágicas (burlando la seguridad mágica de Opera), robaron ingredientes mágicos (del jardín de un maniaco-psicópata que probablemente las vaya a matar y lo haga parecer como un accidente), realizaron un hechizo considerado de alta magia negra (porque eso es lo que ese libro es), rompieron regla, tras regla, tras regla; le partieron su mandarina a Réquiem (y a mí también, tenemos la misma mandarina), tienen un récord criminal, casi-casi tirándole a presidiarias... por un beso de moi?
- Halagador, ¿no es cierto? – dijo Irasumi sonriendo de oreja a oreja.

Arhes se quedó serio por unos segundos pero luego comenzó a reír a carcajadas mientras las otras dos se vieron con cara de que tal vez ya hubiera perdido la poca razón que tenía. El ángel tronó sus dedos y dos rosas aparecieron en su mano. Tomó de la mano a Adagio, la puso de pie y ofreciéndole una de las rosas, dijo:

- Una para la linda princesita que avergonzó a toda la corona y su histórico linaje en una sola tarde – dicho esto, la besó (beso bien dado, así de esos que se te cae la baba de verlo). Irasumi emitió un chillido de ternura. Terminado, Adagio estaba en la nube más alta - ¿Rico? – preguntó Arhes.

Adagio no supo si dijo o si movió la cabeza diciendo que sí. Lo único que sabía era que probablemente era un charco con dos ojos flotando en el lugar en el que estaba parada. Arhes entonces se dirigió a Irasumi. Ofreciéndole la segunda rosa, dijo:

- Y la otra para la linda nena a la que probablemente su familia le hizo fiesta a su primer arresto – dicho esto, la besó (de nuevo, bien dado, pero que duró menos que el beso que le dio a la princesa. No que eso fuera malo, digo, un beso bien dado de Arhes es un beso bien dado de Arhes y equivale a toda una eternidad de besos de cualquier otro). Al terminar, Arhes le sonrió y se acercó a su oído para susurrarle algo que hizo que Irasumi se pusiera de mil colores y cayera al suelo al no poder sus piernas sostenerla por más tiempo. Con esto, Arhes se dio la media vuelta y se fue.

Adagio se sentó al lado de Irasumi con una sonrisa de oreja a oreja y las mejillas coloraditas. Irasumi todavía estaba como que “ida”.

- ¡Eso fue magnífico! – exclamó Adagio apretando el brazo de Irasumi y a su rosa al mismo tiempo.
- Sí... magnífico... – dijo Irasumi viendo su flor.

Mientras que la de Adagio se puso de un color rosado intenso, la de ella se pintaba de azul con contornos de un hermoso color rojo.

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