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Compartir la Danza 2 -- Amistades Peligrosas

Ahora…

- ¡Leprosa!

Irasumi se detuvo furiosa y se volteó para aventarle una manzana a medio comer a Leyb, quien apenas tuvo tiempo de agacharse para evitarla pero Devon no tuvo la misma suerte y fue él quien terminó con el manzanazo en la frente. Estaban a la salida del colegio, bajando el sol para dar lugar a la tarde de un largo fin de semana.

- ¡Órale! - exclamó Leyb asustado - ¡¿O sea, aparte de leprosa, salvaje?! ¿O cómo?

- ¡Eres un infeliz! - chilló Irasumi acercándose - ¡Una infeliz rata bastarda que hasta parece que es tu pasatiempo hacerme la vida imposible! - y a este punto ya todos comenzaban a detenerse para ver una escena más de lo que ya para estas alturas era el chisme del siglo.

- ¡Épale, épale! ¡Para tus gallos, comadre! La ofensa tiene medidas...

- Para ti, no existen las medidas Leyb: haces lo que se te pega en gana sin medir si le haces daño a la gente o no - dijo Irasumi tratando de controlar su coraje - ¡y no importa que se trate de tu propia hermana!

- ¡No entiendo por qué te enojas tanto! - exclamó Leyb cruzándose de brazos - No es como si no fuera cierto que Arhes se la pasa haciendo guardia en la ventana.

Irasumi lo miró con coraje. - Eres un imbécil, ¿sabías eso? - dijo antes de pasar de largo.

Leyb la vio alejarse mientras Devon se acercaba doliéndose del golpe. - ¿Y ahora a esta qué le pasa? - dijo Leyb - No recuerdo que antes le importara el qué dirán... ¿Serán las hormonas de la adolescencia?

- En verdad que eres un idiota. - dijo Devon a manera de regaño.

- ¿Tú también?

- Leyb: está en la misma clase que Alegreto, Sílfide y la presumida esa de Loretta. ¿Crees que no le dan infierno suficiente con lo de Adagio como para que tú andes regando el tepache?

Leyb quiso responder a las acusaciones pero nada se le vino a la cabeza. - Sí, bueno… lo que no mata endurece, ¿eeh? - dijo al fin - Además, yo nunca dije que era su amante, esa parte quién sabe quién se la agregó.

Devon rió. - Tienes que disculparte con ella... otra vez.

Leyb gruñó. Era la cuarta vez en el mes que se disculpaba con su hermana por lo mismo. Irasumi no era bien recibida en su clase por varias razones: que porque no era un ángel, que porque era pobre, que porque era leprosa, que porque creció en un orfanato, que estaba ahí porque tenía la gracia de la princesa, que por muchas cosas. Y luego, un par de días atrás, a su brillante hermanito se le había salido comentar que el amiguito de Irasumi la visitaba para platicar en su ventana por las noches – casi todas las noches. Tal vez esto no hubiera causado tanto revuelo, si no ha de ser porque también se le salió decir que el amiguito de Irasumi era Arhes.

II
Ciudad Divina era la hermana menor de Ciudad Música. Ahí vivían los ángeles al servicio de Nocturno y el Templo de Sev se levantaba como pieza central por encima de la ciudad, con su enorme torre-reloj que se divisaba desde varias millas a la distancia como una bienvenida a todos los viajeros que atravezaban la zona porque, a diferencia de la Ciudad Música, los mortales eran bienvenidos en Divina, e inclusive algunos de ellos habían hecho sus vidas ahí, aprendiendo oficios de los ángeles con bastante destreza. El comercio era principalmente de especias, agricultura y artesanía, y por ello la divinidad principal era Devarah, Diosa de la Agricultura a la que le dedicaban el Festival de Samhen, o de la cosecha, cuando las hojas de los árboles comenzaban a secarse y la llegada del primer sereno del invierno. Decían las leyendas que era en estas fechas cuando la diosa, en su aspecto ya acabado, bajaba al inframundo junto con su consorte para luego renacer en la forma juvenil de Litha, el festival de la primavera.

En Samhen, las casas olían a calabaza, pastel de manzana y canela. Se servía el tradicional YXTIOT, una bebida que calentaba los huesos y traía buena fortuna a quien lo bebía. Se adornaban las casas con colores serenos como el negro, el violeta y el naranja, dándole la bienvenida a los espíritus que salían del inframundo para acompañar a la Diosa en su travesía. El panteón se iluminaba con veladoras hechas de cebo y adornadas con florecitas secas y papel acartonado en formas de lunitas y estrellitas. Por supuesto, la ceremonia en donde se levantaba la cosecha era el atractivo principal de la fiesta: se bailaba alrededor de los campos para bendecir los frutos y para saludar a la tierra que daría a luz en el ciclo entrante; se levantaban los frutos y se compartía la dicha. El festival de danza comenzaba al tercer día y el ganador del festival se llevaba una gran canasta de flores, dulces, frutos y la medalla que la sacerdotiza de Sev les otorgaba como reconocimiento en representación de la diosa. Los ángeles hacían hermosos rituales a la luz de la luna en el Templo de Sev y el ciclo de cinco noches terminaba con una gran cena en el centro de la ciudad, todos compartiendo el plato, junto con Nocturno a la cabeza de la mesa. Tal vez esa era la única vez en el año que los habitantes de Divina veían a Nocturno, porque usualmente el ángel de la noche estaba recluído en el templo de Sev, entregado en cuerpo y alma a sus meditaciones a la Diosa de la Noche, Acbal.

Como todos los años, se hizo la invitación a las celebraciones a la Ciudad Música, en particular al festival de baile. La Ciudad Música tenía una escuela de danza cuya importancia podría ser considerada menor con respecto a las otras escuelas que existían dentro de la ciudad. Entonces, los de Divina, enviaban la invitación con la esperanza de que, como todos los años, los de la susodicha escuela declinaran cortésmente su participación y se limitaran a acudir en compañía de su Reina. Entonces, los de Divina, se pavoneaban con sus demostraciones de danza... o al menos así lo describía el Maestro de la escuela de Danza de la Ciudad Música, quien siempre sonreía falsamente ante las bromas hechas a sus costillas por parte de los ángeles danzantes de Divina.

- Los tambores siempre están fuera de ritmo, los cantantes parecen animales en agonía... ¡y uno ahí, de baboso, aplaudiéndoles sus cochinadas como si estuvieran tan bonitas!

Se llamaba Besilthe, pero todo el mundo lo conocía por su nombre-clave de Folklore. Se había ganado el mote de su padre luego de que estuvo bailando frenéticamente durante casi siete días en honor de la Diosa de la Danza allá en el cerro del Giste para que mejoraran las cosas en la ciudad... eso y había heredado el don de su padre de poder convertir cualquier instrumento musical en un arma energética, por más comun que el instrumento fuese, y al momento en que lo soltaba, el instrumento regresaba a su estado natural. Aparte del don, había heredado el mal genio: perfeccionista de hueso colorado, era famoso por su tendencia a aventar las cosas cuando algo no le salía bien, o de regañar a los bailarines al grado de hacerlos llorar (inclusive a los varones). No así su hermana mayor, Tlacoani, conocida como Trova, quien tenía el don de su madre de poder influenciar en el subconsciente, causando sueño y manipulando la mente de sus enemigos con su canto y quien había sido bendecida con el buen humor, aunque provocar a su "baby brother" era su deporte favorito.

Folklore se había hecho cargo del dojo de danza familiar, ya algo en ruinas, y lo había medio levantado para ofrecer las clases de danza nuevamente y ahora habían recibido la invitación anual. Esta vez, sin embargo, Folklore estaba que casi se suicidaba. Había logrado ensamblar a un grupo de danzantes dignos de dejar como palo de gallinero a cualquiera que les pusieran enfrente y su principal estrella no iría a ningún lado luego de que - junto con su amiguita - envenenaran a Arhes y a Réquiem con una poción de amor. La Reina había dado el tajante "NO" a la petición de llevarse a Adagio al festival, por más que Folklore le rogó y le rogó para que le permitiera asistir.

- Esos dos son un par de maricas. ¡Si unas lepas los envenenaron entonces ni deberían de ser guardias de la Reina!

- Te estás acercando al problema de manera errónea, hermanito tontito. - dijo Trova. Limpiaban unos cascabeles con los que harían adornos para las piernas a manera de que sonaran cuando estuvieran bailando - Francamente, la idea de que la Reina permitiría que Adagio saliera de la ciudad, inclusive en circunstancias normales, suena ridícula... hasta cuando practicas tu discurso de los pros y los contras una y otra vez.

- ¿Me estás llamando imbécil? - gruñó el otro.

- No... bueno, no en tu cara. Mira, tienes que hacer que sea Adagio la que solucione el problema... O, mejor dicho, sus amigos.

Le tomó a Folklore exactamente tres horas en entender lo que Trova le dijo, pues luego de tirarla a león, se fue al dojo en donde vio a Adagio llegar en compañía de Irasumi (su mejor amiga y una novata en el centro de danza a la cual Folklore le miraba un futuro igual de prometedor que su actual estrella) y del mafioso más temido por la corte después de Heavy Metal.

Leyb Rock tenía fama -- mala fama. Y uno no se hace de la mala fama nada más porque sí, sino que toma un gran esfuerzo por conseguirla. Leyb se la había ganado a pulso. Por eso, cuando Adagio le contó que no iría al festival porque su castigo no había sido levantado (aunque a Irasumi ya le habían levantado el castigo tres oficial meses antes), Leyb como que lo tomó como reto personal hacer que eso pasara. Al fin y al cabo, no iría a ser la primera vez que sacaran a la princesa de la ciudad sin el concentimiento de su madre y a escondidas de todo el mundo.

- Tú estás loquito, - le dijo Devon. Ambos hermanos estaban sentados en las escaleras del dojo, esperando a que su hermana, Irasumi, saliera de ahí con Adagio para los cuatro ir a casa de Góspel, donde acostumbraban a ensayar con el grupo de rock en el que todos participaban - digo, ¿cómo carajos se te ocurren semejantes barbajanidades?

- ¡El plan es tan sencillo que resulta imposible de que falle! Además, ¿no anda diciendo toda la vida que le gustaría vivir en palacio? Bueno, esta es su oportunidad de oro.

- ¿Y ya le dijiste?

- No. Quería decirle primero a Adagio para ver qué opina. Necesitará entrenamiento para hacer el papel. Además, ¿qué puede perder aquel?

- Honor, dignidad, autoestima...

- Devon, eso se fue por la ventana cuando decidió ser el clon de mi tío Heavy.

Folklore y Trova salieron del dojo poco después de haber terminado las prácticas. Ahí se encontraron con Adagio y compañía haciendo una bolita en los escalones. La chica en cuestión los vio salir e inmediatamente levantó el brazo a manera de saludo. Quería llamar la atención de su maestro, a quien llamó con entusiasmo.

- ¡Folklore! - exclamó con las mejillas ruborizadas de la emoción - ¡Sensei! ¡Cuente conmigo!

El rostro de Folklore se iluminó como el de un niño al que le dicen que la Navidad llegará dos veces ese año. Se volvió a ver a Trova, quien rió y dijo con un guiño:

- Te lo dije.

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